El poder del ejemplo en movimiento: deporte e inteligencia artificial

En nuestra vida diaria, solemos subestimar el poder del ejemplo.

A veces, basta con ver a alguien hacer algo para que nos pique la curiosidad y pensemos: «¿Y si lo intento yo también?». Este fenómeno ocurre por ejemplo en el deporte o en pequeños hábitos cotidianos, pero también tiene un impacto sorprendente en cómo adoptamos nuevas tecnologías. La inteligencia artificial, por ejemplo, no necesita grandes demostraciones para inspirar su uso; basta con ver cómo un compañero saca provecho de ella para que nosotros también nos animemos a explorar sus posibilidades.

La ciencia detrás de nuestro comportamiento

Y aunque no hay evidencia científica que demuestre que mirar a alguien hacer ejercicio nos haga quemar calorías (ya nos gustaría), algunos estudios muestran algo fascinante: ver actividades físicas activa ciertas áreas de nuestro cerebro relacionadas con el movimiento.

Es como cuando vemos a alguien bostezar y acabamos bostezando nosotros también. Nuestro cuerpo tiene esta curiosa manera de «contagiarse» del movimiento de otros, activando nuestra motivación y preparándonos para la acción. Todo esto ocurre gracias a las neuronas espejo, que se activan tanto cuando hacemos algo como cuando vemos a otros hacerlo.

Este mismo fenómeno que observamos con el ejercicio se traslada de manera sorprendente al mundo de la tecnología. No nos motivan tanto los grandes expertos tecnológicos como ver a nuestros compañeros de equipo descubrir nuevas formas de trabajar.

La IA en la empresa: Un contagio positivo

Este fenómeno de «contagio positivo» se replica en las organizaciones con la Inteligencia Artificial Generativa. La verdadera inspiración no viene de los gurús tecnológicos, sino de las experiencias cercanas y tangibles.

Como por ejemplo Pedro (personaje ficticio que podría ser perfectamente tu compi de la mesa de al lado). Un día, en medio de una reunión, soltó un «esperad, que le pregunto a Copilot». Todos pusisteis los ojos en blanco pensando «ya está el Pedro con sus inventos».

Pero cuando te muestra cómo hace en un momento una tabla de resultados que normalmente le lleva entre 1 y 2 horas… ¡las caras cambian!

La transformación individual pronto se vuelve colectiva. Al mes siguiente, tres miembros más del quipo han comenzado a experimentar con la herramienta y lo mejor es que cada persona descubre nuevos usos y acaba compartiendo sus propios trucos.

Este efecto dominó tiene resultados medibles: las empresas que fomentan este aprendizaje entre compañeros tienen tasas de adopción un 60% más altas que las que dependen solo de formación formal.

Del escepticismo a la adopción: Un camino natural

La transición del «¿y esto cómo funciona?» al «no sé cómo vivía sin esto» sigue un proceso similar al del ejercicio físico. Así como el cuerpo sigue quemando calorías después de hacer deporte (el famoso efecto EPOC), el impacto de la IA se expande naturalmente una vez que empiezas a usarla.

Al principio, usar Copilot puede sentirse como un experimento. Pero, ¿sabes qué clave? Empezar con pequeñas cosas. A lo mejor un día estás bloqueado con un email importante y te acuerdas de tu compañero que te enseñó cómo lo usaba «va, voy a probar Copilot, que si sale mal tampoco pasa nada». Y zas, de repente te sale un email perfecto en dos minutos. Ahí es cuando se te cambia la cara. Luego te vas atreviendo con cosas más complicadas, hasta que logras tu primer pequeño triunfo: rellenas un documento de RFP a partir de un resumen de una reunión. Ese momento cambia las reglas del juego. Te das cuenta de que funciona, que ahorras tiempo, que es útil de verdad. Y acabas por pedirle siempre opinión a Copilot antes de enviar un documento, para que te haga sugerencias y mejorarlo y contando a todo el mundo en la cafetería cómo lo usas.

Los usuarios habituales de IA generativa reportan ahorrar entre 2 y 3 horas semanales, además de un incremento en la calidad de los resultados (16%) y mejoras en la originalidad (28%), el pensamiento analítico (23,5%) y el diseño (22%).

Una revolución accesible

Con la IA pasa como con el deporte: no necesitas ser un experto para empezar. Lo importante es atreverse a dar el primer paso, sabiendo que cometerás errores (como todos) y que cada vez será una oportunidad para mejorar.

La adopción de IA en las empresas nos enseña que el cambio más efectivo viene de ver a otros usándola y compartiendo sus experiencias. Como esas neuronas espejo que se activan cuando vemos a alguien moverse, nos entran las ganas de probar la tecnología cuando vemos que a nuestros compañeros les funciona.

El verdadero cambio no viene solo de arriba hacia abajo, sino que se propaga de manera horizontal, impulsada por pequeños éxitos diarios y experiencias compartidas. Y, cada uno puede inspirar el cambio en otros, demostrando que la mejor manera de innovar es seguir y evolucionar el ejemplo de quienes tenemos al lado.

Así que la próxima vez que veas a alguien usando la IA recuerda: esa misma energía que se despierta cuando ves a otros haciendo ejercicio puede ser la chispa que encienda tu propia revolución digital. ¿Te sumas al movimiento?

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